Entre Shakira y Bad Bunny, la danza de las noticias

La Habana, 14 sep (Prensa Latina) Si Shakira se divorcia es noticia, si Mujica maneja su VW resulta atractivo, pero si critica el consumismo no lo es; si Messi golea inunda las redes, pero el hambre es hoy información del montón.
Denunciar la pobreza no gana «like» en Facebook, Instagram o X, como tampoco llaman la atención la sequía en África, los asesinatos de palestinos, el abuso del medio ambiente «debiera ser el miedo ambiente» o el despilfarro de comida en Europa.    El desinterés por los problemas trascendentales que enfrenta la humanidad surgió en una discusión reciente entre colegas, preocupados por el impacto que puedan generar las decisiones de la Cumbre del Grupo de los 77 y China, cuyos jefes de Estado y altos funcionarios se reunirán por estos días en La Habana.
Un colega escuchaba deprimido, mientras desgajaban el futuro de su trabajo como periodista especializado en temas internacionales. Las noticias danzan más al ritmo de la farándula y la frivolidad que de las contingencias actuales.
A dónde iremos a parar, dijo, mientras otro le explicaba la realidad que vivimos: el acontecer político internacional no aparece entre los temas y mucho menos entre las preocupaciones de la mayoría de los adolescentes y jóvenes en el mundo.
Y no es que él último sea pesimista de filas, sino que se guía por los «numeritos», los resultados de análisis y encuestas sobre los índices de lectura o acerca de los mayores atractivos para las nuevas generaciones, gran parte de ellas con la cabeza dentro de sus aparatos móviles durante la mayor parte del día.
Según el estudio de Mazinn y Darwin & Verne «Spoilers para entender a la Generación Z 2023», afrontar la independencia económica, buscar mayor privacidad en las redes y mostrar más interés por actividades no digitales, aparecen entre las cuestiones que movilizan a los jóvenes este año.
La batalla por ganar la motivación de Milenial (nacidos de 1981 a 1997) y centenial (criados en un entorno puramente digital y tecnológico al llegar al mundo entre los años 1997 y el 2010) es dura, a pesar de campañas nacionales y globales como la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
A los últimos les llaman la generación del silencio porque, a diferencia de sus padres, quienes trataron de cambiar el sistema, prefieren adaptarse, laborar arduamente, sin participar, ni buscarse problemas, con la finalidad de ganarse la vida.
A eso se suma la disminución de la lectura como otro mal de la modernidad. Por citar ejemplos: En 2022, solo el 39,3 por ciento de los italianos con más de seis años de edad, leyó al menos un libro anual, cifra inferior a la de 40,8 puntos porcentuales registrada en 2022, indicó un reporte del Instituto Nacional de Estadísticas (Istat), publicado en mayo de este año.
El análisis apuntó que el 17,4 por ciento de los residentes en ese país son lectores débiles, con un máximo de tres libros en un año, mientras que alcanzan solo 15,4 porcentuales los considerados en la categoría media, con hasta 11 obras leídas.
Según el Instituto de Ciencias Sociales (ICS) de Lisboa, más de la mitad de los portugueses no leen libros. Una indagación de 2020, realizada entre mayores de 15 años, arrojó que ese año 61 por ciento de los ciudadanos no leyó un solo libro en papel, 39 por ciento afirmó haberlo leído y la mayoría reconoció que lee poco.
En México, un informe del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reveló que la población lee hoy menos que hace siete años. El documento señaló que los lectores mexicanos disminuyeron poco más de 12 por ciento desde 2016.
Las alarmas se disparan, las crisis se agigantan y la derecha escala puestos, mientras las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) avanzan, el reguetonero Bad Bunny vende más discos y las hermanas Kardashian deslumbran con sus cuerpos ante más seguidores. Pareciera que el mundo necesita un fuerte corrientazo para que despierte.